31.7.12

VIAJES. Salinas. El Faro de San Juan (parte 2).







Personalmente siento una atracción especial por los faros. 

Además de por su indiscutible valor estético, su función de ayuda a la navegación de los buques hace que valore considerablemente su presencia en cualquier tramo de costa. Es por ello que cuando en un paisaje hay un faro completándolo, mi vista se dirige irremediablemente hacia él. 

Y eso fue un poco lo que me ocurrió al ver por primera vez la playa de Salinas el pasado sábado. Por encima de las olas y los surfistas, y a la izquierda del paseo y de los edificios, el faro se ganó mi atención. 

El Faro de San Juan marca la entrada a la ría y puerto de Avilés, y se construyó en el año 1861 sobre los restos del antiguo Castillo de San Juan, del cual, además de tomar su nombre, se obtuvieron muchas de las piezas que se emplearon en su construcción. Al parecer la batería de San Juan fue construida para defender la entrada de la Ría, y a los buques que navegaban frente a estas costas, del ataque de los corsarios ingleses. En septiembre de 1762 en una de sus batallas, perdió todas sus piezas de artillería al ser arrojadas al mar tras la conquista del castillo por los ingleses. Las crónicas cuenta que los bravos avilesinos reconducieron la situación en unas pocas horas.

El Faro comenzó a funcionar en 1863 alumbrando con una lámpara que utilizaba como combustible aceite de oliva. Posteriormente al aceite lo sustituyó la parafina, hasta que en 1940 se electrificó. Y así sigue hasta hoy.

Así que cuando me dispuse a hacer algunas fotos del campeonato, quería que apareciese en ellas el Faro. Desde tierra era relativamente fácil, pero en el agua todo se complicaba un poco más, hasta que por fin ocurrió.

25.7.12

HISTORIAS. Cuando las paredes hablan.



No sé si quien pintó este graffiti lo hizo con intención. Pero si no, por qué este dibujo en este lugar, habiendo tantas y tantas paredes en la ciudad. Un graffiti sencillo, con sólo siete trazos y un círculo, pero un excelente retrato de parte de nuestra sociedad: un humano de visión monocular, que no acepta la opinión diferente de los demás, y que ante las injusticias y las desigualdades, lo que hace es callarse.

El dibujo está pintado en la Avenida de la Paz, pero podría estar también en la Av. de las Libertades Individuales, de la Justicia, de la Igualdad, ... 

18.7.12

HISTORIAS. Algunas fotos # 41.












1.-Remontando
2.-¡¡Llegó el verano!!
3.-Cielo
4.-Ferrol mola
5.-Paseo
6.-Heidi
7 y 8.-Hoguera
9.-Puente
10.-Así da gusto levantarse

14.7.12

HISTORIAS. El primer surfista de Doniños.


El encuentro con Juan Abeledo hijo era una de esas entrevistas que por accesible fui posponiendo. Había hablado con él además en anteriores ocasiones, por lo que muchas de sus anécdotas e historias de aquellos años ya las conocía. Me faltaba sin embargo completar datos, y recoger de él el relato que uniese todas esas historias. Hasta que ayer, de vuelta del trabajo, y al pasar por delante de su casa, por fin me decidí. Faltaban además casi dos horas hasta que bajase la marea, así que tras comer algo, cogí la libreta, el bolígrafo, y me fui a hacerle una visita.

Su casa queda a aproximadamente unos cinco minutos andando desde la nuestra. A pesar de que estamos en julio, la carretera está muy poco transitada. El verano no acaba de llegar. En lugar de estar disfrutando ya de días soleados y de calor, las nubes y una ligera brisa de mar hacen que el ambiente sea fresco. Seguramente por ello, casi todos los vecinos están trabajando en sus jardines, cortando la hierba, arreglando setos, …. La vegetación, y más en este lado del valle, ha dado un estirón considerable en los últimos días en esta primavera prolongada en la que parece que estamos inmersos.

El ruido de una radio encendida me indicó que efectivamente estaba en casa. Subí por las escaleras de piedra por las que se entra al terreno, y que a su vez sirven de cierre, y me encontré a Juan trabajando en el jardín, al igual que sus vecinos, vestido con un buzo azul manchado de pintura, y tal y como me dijo, de “reformas”. 

Juan, como antes sus padres, pasa los veranos en una bonita casa en una de las laderas del valle de Doniños. Dada su posición elevada, el terreno posee unas excelentes vistas al lago y a la playa. La casa, si destaca por algo, es por sencilla. Precisamente ése es su encanto especial. Un lugar en donde a mí tampoco me importaría pasar los veranos.

La casa fue levantada por sus padres en los setenta, aprovechando los fines de semana y las vacaciones, por lo que constructivamente no tiene grandes techos ni espaciosas habitaciones. Sin embargo las cuestiones importantes a la hora de ubicar una casa sí que se tuvieron en cuenta. El frente de la casa se encuentra orientado perfectamente al sur,   protegido de los vientos fríos del norte. El jardín tiene el tamaño justo para que su mantenimiento no precise de demasiado trabajo, con una hierba de una especie característica de los acantilados, que además de ser resistente al ambiente marino, se caracteriza por crecer casi sólo en horizontal. Este modo de crecer, que casi no exige mantenimiento, genera además una malla muy tupida, cómoda y agradable de pisar.

Los techos de la casa están formados por una especie de arcos, que junto el intenso color blanco de las paredes, dan a las habitaciones una sensación de amplitud, además de llenarlas de luz. Por fuera la casa es también blanca, con los únicos adornos de unas contras de madera de color azul.

Y al lado de la casa un garaje que es como adentrase en el “almacén” de los tesoros. A parte de “La Gaviota”, y entre las alacenas, te puedes encontrar con una Rufo´s, o una de la tablas construidas por Félix Cueto, también conocida como "La Guapa". Pero también trajes de buceo, objetos recogidos en la playa, un monopatín construido en Bazán, …, Juan tiene almacenadas miles de cosas curiosas, además de una colección completa de la revista Carteles, de la cual tomó el nombre para el bar que regenta desde hace años en Ferrol.

Pero antes de disponer de esta casa, Juan y sus padres ya habían pasado muchos veranos en Doniños. Antes de que él naciera, Juan y Matilde, ya acampaban en Outeiro, en una zona que como dicen ellos "se habían preparado", y a la que le habían puesto el nombre del “Castro”. Fue así como Juan pasó toda su infancia y juventud a pie de playa, entre las olas de Doniños y los acantilados y bajos que existen entre Outeiro y las Islas Gabeiras, en donde aprendió a pescar y descubrió los secretos del mar junto a su padre.

“Evidentemente, y antes del surf, mi relación con el mar era la playa, los acantilados y la pesca submarina, de la cual aprendí todo de mi padre. Con él y otros amigos, a parte de otras zonas, nos conocíamos al dedillo el tramo de costa que discurre entre Outeiro y las Islas Gaberiras, que eran las zonas, por proximidad, a las que con más frecuencia solíamos ir. Creo que cada roca, caverna y cueva que hay en este tramo de costa la recorrimos buceando en busca de nuestras presas. La pesca que nosotros practicábamos era una pesca de subsistencia, y buena parte de nuestra alimentación en verano se basaba en las robalizas, sargos … que cogíamos”.

Un día un compañero de su padre en el astillero, de regreso de un viaje a Estados Unidos, le trajo una revista de surf. “No recuerdo si fue un encargo de mi padre, pero el hecho es que aquella revista llegó a nuestra casa. Repasé y revisé las imágenes que contenía innumerables veces. Las olas que aparecían en las fotografías eran como las que nosotros veíamos romper en Doniños desde el Outeiro, con lo que estaba claro que aquello que hacían esas personas se podía hacer también en nuestra playa. Así que viendo aquellas imágenes, sentí las ganas, por no decir la necesidad, de coger yo también olas, imitando a aquellos surfistas desconocidos que aparecían en la revista. Sólo había que hacerse con una tabla.

Pero lo verdaderamente difícil, estamos hablando de 1971, era lograr una de ellas, así que mientras no llegaba la oportunidad me lancé a coger olas con lo que tenía más a mano, que eran mis aletas de bucear y mi cuerpo. En aquellos primeros intentos de deslizamiento creo que me ayudó mucho el conocer tan bien la playa y sus corrientes, que hacía que me resultase relativamente fácil entrar hasta las olas y ser arrastrado por ellas.

A las aletas le siguieron a los pocos meses una colchoneta hinchable que compró mi padre, con la que, impulsados además por las aletas, cogíamos las olas con muchísima más facilidad, además de lograr mayor velocidad. Aquello se parecía cada vez más a lo que suponíamos debía ser el surf".


"El último paso lo dí en 1972, el año en que estaba haciendo el servicio militar. Me imagino que fue en el cuartel, y a través de algún compañero originario de Cantabria, que supe que en Santander había gente haciendo surf. Aquella era la manera más fácil de hacerme con una tabla. Así que un día, y con el dinero ahorrado, empredí la ruta, viajando en auto-stop hasta Santander.

Aquella tabla se la acabé vendiendo con los años a los Antón. Después de ésta tuve una Rufo’s Surfboards que fabricaba nuestro amigo Rufino y que aún conservo.

Al año siguiente de comprar la tabla empecé a estudiar la carrera de náutica en Coruña, y totalmente enganchado al surf, me llevé conmigo la tabla. Allí entré en contacto con la gente de Coruña: Jose, Carlos, Tito, Rufino, Quique, …, a los que con el tiempo se nos uniría Luis Bericua y otros. Casi en paralelo debimos conocernos y descubrir ellos Doniños, ya que no lo conocieron a través de mí. Por edad no coincidí en la Escuela ni con Félix, aunque sí lo conocí después, ni con Miguel Camarero ni Gonzalo Viana".


"Con la gente de Coruña trabé rápidamente una profunda amistad, y me uní a su grupo. Juntos surfeábamos durante el invierno en el Orzán, Santa Cristina, Barrañán, Sabón, Nemiña, Malpica, …, y en verano nos encontrábamos en Doniños, a donde solían venir los fines se semana.

Al contrario de lo que pueda parecer por mi profesión, no surfeé en ninguno de los viajes en los que estuve embarcado. Lo intenté en el primero, en el que me llevé la tabla. La ruta recorría el Cantábrico y antes de partir tenía la esperanza de poder ir haciendo surf en nuestras paradas. Pero la realidad fue que la tabla no se bajó del barco, y se convirtió más que nada en un incordio durante toda la campaña por lo que ocupaba. El espacio en el camarote era muy limitado, y tampoco me permitían tenerla en cubierta. Así que tras aquella experiencia decidí no volver a llevarla nunca más. Aunque visité sitios en los que hoy sé que existen comunidades de surfistas, tampoco me encontré a mucha gente surfeando. De hecho sólo recuerdo ver surfistas en Japón.

Fuimos muy pocos los que en Ferrol nos iniciamos en el surf en la década de los setenta. Que yo conozca, creo que antes que yo, hubo unos hermanos en Covas, los Maneiros, que se las apañaron con un molde para fabricar dos tablas. Creo que iban a la playa de Ponzos, por lo que nunca coincidimos, de modo que todo lo que te cuento es de oídas. Tal vez nunca llegaron a surfear. Sé que al poco tiempo lo dejaron y se pasaron a la construcción de lanchas en fibra. Sabía de Maso, y el grupo de socorristas de Valdoviño. Con Maso coincidí en Náutica. En Doniños mi padre y los Antón fueron los primeros. Más tarde Juan Chedas, los Couto y los Montalvo. Recuerdo también a una chica, Elisa, que venía a pasar los veranos a Doniños, y a la que su padre le compró una tabla. Pero fue algo totalmente esporádico. Un capricho de verano".


"El día a día en Doniños en aquellos años era bien distinto al de hoy. A parte de que venía muchísima menos gente a la playa, la presencia del campo de tiro, y de los militares, marcaba de algún modo la vida en el pueblo. Los militares usaban a su antojo la playa, las dunas, el lago y los terrenos colindantes. Andaban a tiros en sus prácticas por los campos. Hasta que llegó un momento, ya con la democracia instaurada, que la gente comenzó a protestar. Fue así como los militares tuvieron que limitar sus actividades al interior del campo de tiro.

Para que te hagas una idea de cómo eran las cosas te contaré una anécdota que viví en primera persona. Una mañana de domingo, temprano, mientras me estaba dando un baño en el medio de Doniños junto con mi amigo Enrique, comenzamos a oír cómo algo agitaba el agua, como caído del cielo. De pronto un fuerte impacto me golpeó en la espalda y me tiró de la tabla. ¡¡Lo que caían eran balas!!. Dolorido, salimos del agua tan rápido como pudimos. Ya en tierra gateamos por la arena arrastrando las tablas y buscando la protección de las dunas. Subimos hasta casa, pero mis padres no estaban allí, así que bajamos hasta Outeiro. Cuando los encontré mi padre me examinó la espalda, y tenía lo que parecía la picadura de un gran insecto. De la playa nos dirigimos directos al médico de la Cabana, que asustado al ver la herida me mandó urgentemente al hospital. Allí nos dieron la noticia. Tenía alojada entre la 5ª y 6ª vertebra una bala, que no había ido más allá gracias a que en su trayectoria había sido frenada en parte por la cremallera del traje.

El asunto no transcendió ya que eran otros tiempos. Pasado el revuelo que causó el incidente, el Jefe del Destacamento, que era amigo de mi padre, nos reveló que la bala provenía de la pistola de un civil que, en aquella mañana estaba practicando, sin autorización oficial, el tiro en la galería de la instalación militar. Al parecer el individuo creía que estaba disparando a delfines.

A pesar de incidentes como éste, la relación con los militares en el día a día no era mala, y había una serie de servicios que si no fuese por ellos no tendríamos, como por ejemplo la enfermería. También tenían una balsa en el lago que nos dejaban utilizar, y que solíamos usar los días en los que no había olas.

En cuanto a las olas, y si me preguntas si creo que ha cambiado su manera de romper como algunos dicen, te diría que en base a mi opinión no. Doniños, en donde las olas rompen por la forma de los fondos de arena, siempre ha tenido mejores y peores momentos. Más bien me parece que ahora rompen las olas más grandes que antes, pero también puede que sea mi sensación al verlo desde fuera, y con el punto de vista de alguien que ya no entra en el mar a coger olas".

Era hora de irme. Tras contarme sus últimos proyectos para el jardín, quedamos en volver a vernos este verano.

Fotos:

1.-Saliendo del agua en Doniños con la tabla traída de Santander.
2.-A la derecha con uno de los cántabros.
3.-A la derecha atando las tablas en el coche de Luis Bericua, a la izquierda.
4.-Escena cotidiana en Doniños. Charlando con Jose y otros amigos con una coca-cola en mano.

Fotos 3 y 4 por Luis Bericua

10.7.12

HISTORIAS. Algunas fotos # 40.













1.-Desde el aparcamiento
2.-Contras
3.-Carlos
4.-Luis y Cruz
5.-Santi
6.-Bottom
7.-Antes de entrar al agua
8.-En el agua
9.-Celi
10.-Santi

6.7.12

VIDEOS. Océanos.


Quizás algunos habréis notado que desde el mes de abril han bajado el número de actualizaciones del blog. Y no es porque no tenga cosas que contar. Lo que ocurre es que en estos dos últimos meses he estado muy atareado colaborando en varios proyectos que me han tenido ocupado buena parte de mi tiempo libre. Uno de ellos es el que os cuento hoy.

El pasado 26 de junio se celebró un año más el Festival de Fin de Curso de la escuela de danza que desde hace tres años dirige la bailarina Matilde Pedreira. Este ha sido el tercer año que colaboro con ella. En la primera edición del festival me ocupé de la grabación y edición de algunos de los ensayos y de la actuación. El año pasado, además de la grabación, Celia López me confió el montaje de las proyecciones que acompañaron la coreografía que presentó el grupo de danza contemporánea de la escuela. Y este año, en un paso más, la colaboración ya abarcó la edición de la música, algunos textos, nuevas proyecciones y, cómo no, la grabación de la actuación.

Para mí, como aficionado/aprendiz en la edición de video, que me permitan participar en un proyecto así es una gran oportunidad. Y cuando hablo de oportunidad me refiero a la posibilidad de colaborar, y poner mi cámara a grabar, en un proyecto real que además, por la calidad de su contenido, fija un nivel considerable en el acabado final que ha de tener el trabajo. Evidentemente tengo mis limitaciones, y cualquiera las notará. 

Viéndolas trabajar me sorprende el proceso de creación de la coreografía, y cómo mentalmente, tanto Celia como Matilde, son capaces de montar algo que no sólo tenga un sentido, sino que sea capaz de llenar el espacio y que sea coordinado y estético a la vez.

Y este año, a parte de la motivación normal con la que afronto este tipo de proyectos, el tema en el cual Matilde basó la coreografía me animó aún más a participar en el trabajo: los océanos.

Ya he hablado en más de una ocasión sobre cuál creo que debe ser la línea a seguir para lograr cambios importantes en nuestra sociedad y en el devenir del planeta: la educación. Y que mejor manera que implantar estos valores que convertir la conservación de los océanos en la temática de la coreografía a representar, y además no por la vía de lo catastrófico, sino intentando mostrar su belleza y valor como medios para lograr su conservación.

2.7.12

HISTORIAS. El descubrimiento del Pico de Patos.



A finales del mes de mayo viajé hasta Vigo para entrevistar a los hermanos Irisarri, a los hermanos Montenegro, a Nicolás Pita y Ángeles Vega, los primeros surfistas del Sur de Galicia. El encuentro quedó recogido en más de cuatro horas de conversación que darán lugar a una extensa e interesante entrevista que recoge lo ocurrido, en el sur de Galicia, durante los setenta y buena parte de los ochenta.

Tardaré en transcribir la entrevista unas cuantas semanas, así que os adelanto un extracto de la misma, en la que se recoge el descubrimiento, para el surf, del Pico de la playa de Patos. La entrevista se acompaña con imágenes tomadas por la familia Irisarri del Pico de Patos en el año 1982.

José Irisarri.-Todo había comenzado para nosotros unos meses antes. En el verano de 1975 nos encontramos un día en la playa con Nicolás Pita y Nacho Montenegro, compañeros de Vicente en el colegio, y que hacía años que no veíamos. Ellos, junto con Victor Montenegro y Ángeles Vega, se habían iniciado en la práctica del surf en 1969. Durante aquel verano nos dejaron sus tablas para probar.

Aunque a muchos les pueda parecer increíble hoy, no comenzamos a surfear en el Pico de Patos. Aquello nos parecía una locura. Así que nuestros inicios en el surf fueron en la playa de Prado.

Pero en octubre de 1975 tuvo lugar un acontecimiento que de algún modo vino a cambiar muchas de las ideas que teníamos en mente sobre el mar y el surf.  Recuerdo que era el mes de Octubre, pues ocurrió unas semanas antes de iniciar el curso e irme a Santiago a estudiar. Había entrado una de esas marejadas que presagian el inicio del invierno, de modo que en la playa había un maretón considerable. De repente aparecieron en la playa unos extranjeros, que resultaron ser neozelandeses, que de ruta hacia Portugal pasaron por Patos. Me llamó especialmente la atención que uno de ellos cogía las olas en drop-knee, como George Greenough. Pero lo increíble fue que no entraron a coger olas en la playa, como hasta entonces lo habíamos hecho nosotros, sino que se dirigieron directamente hacia la zona de rocas que hay a la izquierda. Para mí aquello era alucinante, como si viera marcianos entrando en el agua. Tras el baño fui a hablar con ellos para interesarme de dónde eran, y charlar un rato con surfistas de verdad. 

Aquello nos pareció una anécdota, algo excepcional, la acción de unos locos, por lo que nosotros seguimos sin plantearnos entrar allí a coger olas. Hasta que dos años más tarde, en 1977, y esta vez un grupo de australianos, entraron  también al Pico en lugar de a la playa.

Suso Irisarri.-Recuerdo perfectamente que era en el mes de septiembre, pues nosotros estábamos ya en Madrid preparando los exámenes. La noticia la recibimos en Madrid vía telefónica de Alberto, que visiblemente alterado nos contaba cómo unos australianos habían surfeado en un lugar que a nosotros aún nos parecía inaccesible.

-¡¡Han llegado unos extranjeros derrapando con una furgoneta. Han aparcado en la playa de los Pescadores, y se han ido a hacer surf a las rocas!!.
-¿Cómo que a las rocas?
-Si, a las rocas de Monteferro.
-Pero cómo, ¿qué van a hacer surf en la playa de los Pescadores? ¿Qué pasa con las rocas?

Alberto Irisarri.-Con el camino abierto, y la confianza de hacerlo acompañado por ellos, a los pocos días entré también al Pico.

José Irisarri.-Aquella gente era de lo más peculiar. Eran tres, y se quedaron en Patos algo más de tres meses. Nos contaron que estaban de viaje intentando dar la vuelta al mundo, una práctica muy habitual entre los jóvenes australianos antes de terminar sus carreras universitarias y adentrarse en el mundo laboral. 

Verlos en el agua era una maravilla, ya que su nivel de surf era infinitamente superior al nuestro. Sólo comían pan y queso. Eran tabloneros y se pasaban todo el día en el agua. Los tres dormían con sus tablas dentro de la pequeña furgoneta Volkswagen en la que viajaban. Se colocaban alternativamente con la cabeza de uno en los pies del otro, con las tablas en el techo, y el invento amarrado al tobillo para evitar robos. 

Siempre nos preguntaremos cómo alguien con su nivel de surf se quedó tanto tiempo en un sitio como éste. Posiblemente su larga estancia se debió al excelente trato que recibieron de Nicolás y Ángeles, que prácticamente los apadrinaron. De hecho los tenían a todo trapo. 

Nicolás Pita.-Al parecer también fue fundamental que cuando llegaron a Patos estaban sin dinero. Una vez a la semana les dejábamos que viniesen hasta casa para ducharse, lavar la ropa, e incluso a dormir. Se puede decir que de algún modo los proahijamos. Sus nombres eran Paul, Peter, y del tercero no me acuerdo. Uno de ellos se puso enfermo, y como no tenían dinero, conseguimos que lo repatriasen de vuelta a Australia gratis en un barco de mercancías que partió desde Vigo. Pasados unos meses, y ya en casa, recuerdo que la madre nos llamó para agradecernos nuestras gestiones y atenciones.

Alberto Irisarri.-Uno de ellos tenía una maña especial con los animales. Me acuerdo que la primera vez que vino a casa, Zapa, nuestra pastora alemana, salió como una fiera al ver a un desconocido entrar en la finca. No sabemos cómo lo hizo, pero simplemente con la mirada la paró en seco, cuando casi nos imaginábamos lo peor.

Vicente Irisarri.-Las semanas que transcurrieron desde la llamada de Alberto hasta que volvimos a casa las viví con cierto nerviosismo. Se había descubierto un nuevo sitio para surfear, delante de casa, y que por las conversaciones parecía ser mucho mejor que el que hasta entonces había sido nuestro lugar de baños. Recuerdo perfectamente el primer día de olas en el que me metí allí, con la Freedom.

José Irisarri.-La izquierda tardamos aún en descubrirla. Yo fui el primero en cogerla un día de olas grandes, y recuerdo la expresión de Nicolás cuando salimos del agua. Tal era su sorpresa que consideró que aquello que acababa de hacer era algo heroico, y recuerdo perfectamente que entre sus exclamaciones me llegó a decir que era como el Duque (Duke Kahanamoku).

Vicente Irisarri.-Descubrir el Pico supuso para nosotros una rotura total de esquemas. Nos dio la oportunidad de conocer y distinguir la diferencia entre una ola que rompe sobre fondo de roca, y las que lo hacen sobre fondo de arena.

Suso Irisarri.-Se abría todo un mundo lleno de posibilidades y con condiciones cambiantes. Comenzamos a tomar conciencia de la importancia de las mareas, cuestiones que hasta entonces para nosotros no eran relevantes. La marea alta, la marea baja, pasaban a formar parte de nuestras vidas. Hasta entonces para nosotros el surf era en exclusiva en la playa y bajar las olas de frente, como una flecha en dirección a la orilla, ya que a parte de las fotografías, nunca habíamos visto a nadie ladear.