28.11.15

HISTORIAS. Un triste acompañante.


El jueves se unió a nuestro baño un triste acompañante: un ejemplar de rorcual común que de pronto apareció flotando en el pico. A lo lejos no supimos muy bien distinguirlo, aunque el que varias gaviotas estuviesen posadas sobre él, nos hizo sospechar que ese gran objeto, que se acercaba a nosotros, era el cuerpo de una ballena. Cuando ya lo tuvimos más cerca, el olor que desprendía despejó todas nuestras dudas. 

Sin apenas luz, y antes de ir hasta el coche a cambiarnos, hicimos unos fotos para enviárselas a los responsables de Cemma. Es muy importante que, cuando en una playa encontremos el cadáver de un mamífero marino, demos aviso a esta organización (basta con llamar al 112) para que sus voluntarios los identifiquen e incluyan en sus registros. En nuestro caso, ya no quedaban minutos de luz suficientes para que pudiesen venir hasta la playa a reconocerlo, y con la noche echándose encima, una marea llena de por medio, y con el animal varado cerca de la desembocadura de un río, resultaba importante hacer las fotos, ya que era imposible adivinar a dónde podría ir a parar el cuerpo por la noche, o el estado o posición en el que lo encontrarían. Del rorcual pudimos distinguir la cola, la mandíbula, la aleta dorsal y los pliegues gulares de la parte inferior de su cuerpo. También que estaba llena de marcas que parecían ser mordeduras de tiburones.

Cuando llegamos al coche, pude ver que en el aparcamiento la furgoneta de Juan Ignacio, de Cemma. Alguien les habría avisado. Sin embargo en la playa no nos llegamos a cruzar. Por la noche, tras enviarle las fotos, me contó cómo se había sido avistado al animal al mediodía, el seguimiento que habían hecho y los intentos de remolcarlo hasta el puerto de Cedeira. 

Hoy he sabido que el viernes el rorcual permanecía en la playa, colocado además en una muy buena posición, lo que ha facilitado su caracterización: mide unos 15 metros, y se cree que puede llevar muerto unas dos semanas. 

25.11.15

LETRAS. The California Surf Project.













Cuando hace 5 años compré el libro "The California Surf Project", la verdad es que no tenía ni idea de quién era Chris Burkard, ni mucho menos Eric Soderquist. 

Aunque ahora no lo recuerde con claridad, cuando vi el libro en internet me atrajo, por sencilla, la historia que se contaba: dos surfistas, amigos desde la infancia, uno de ellos fotógrafo, se embarcaban en una vieja T2 para recorrer, durante unas semanas, el estado en el que vivían. Las fotografías, además de excelentes, revelaban que aquel no era un libro solo de surf, sino que se trataba de una publicación que perfectamente se podía encontrar en la sección de viajes de las mejores librerías. Era  además una historia y un viaje accesible, que cualquiera de nosotros podría hacer en su propia costa. Solo habría que proponérselo.

El "proyecto" había sido idea de Soderquist, y tomó forma gracias al premio que Chris Burkard  logró en el concurso de fotografía organizado por la fundación "Follow The Light", creada en memoria del fotógrafo Larry Flame Moore, y que desde el año 2006, premia a los mejores jóvenes fotógrafos. Burkard ganó la primera edición, y otros vencedores han sido Todd Glaser o Morgan Maassen. El premio: la financiación de un proyecto fotográfico a llevar a cabo por el ganador.

Tal y como cuenta Soderquist en el prólogo, con el premio invertido en víveres y litros de gasolina, ya no existían excusas para no echarse a la carretera y viajar, desde Oregon hasta México, como tantas veces había planeado. 

22.11.15

HISTORIAS. San Jorge.













San Jorge siempre ha sido para nosotros nuestra playa "de invierno". De hecho, y para mí, un invierno es bueno o malo, en cuanto a olas, en función de lo bien que hayan estado los fondos y los días en que hayamos podido surfear en esta playa. 

Por desgracia San Jorge no siempre rompe en buenas condiciones. En la correcta disposición del banco de arena intervienen un montón de variables que se han de conjugar: el punto por dónde desemboca el río que llega a la playa, el recorrido y la salida de la corriente que en paralelo barre la orilla, la cantidad de arena que se haya acumulado durante el verano y que los temporales llevarán a la barra, ...  Si alguna de estas variables falla, y la arena no se coloca bien a mediados del otoño, será difícil que durante ese invierno tengamos buenas olas. Durante el otoño-invierno pasado, sólo las hubo durante una semana. Otros años, sin embargo, San Jorge nos ha ofrecido baños buenísimos, con largas izquierdas en las que poder imprimirle a tu tabla toda la velocidad que es posible, mientras que vas encadenando giros y pasando secciones que creías que iban a cerrar. Posiblemente se trate del lugar en el que he cogido mis mejores olas. También las más grandes. Y en dónde también nos hemos llevado los mayores sustos, en esas series sorpresa que sabes que en cualquier baño pueden entrar, y que se han convertido de algún modo en el símbolo distintivo de esta playa.

Hasta hace un año siempre lo había surfeado con tabla corta, y mis ojos, al verla romper, siempre lo hacían con el enfoque de quién surfea con una tabla de seis pies. Por ello, muchos días, he despreciado sus olas por considerarlas demasiado pequeñas, aunque rompiesen bien. Pero desde que tengo el longboard las cosas han cambiado, y el rango de olas con las que se puede surfear en San Jorge se ha ampliado un montón. De hecho el año pasado lo surfeé muchos más con el longboard que con la tabla corta. Y este año vamos por el mismo camino. Con los fondos de momento no bien colocados, sólo los días más pequeños rompen olas con algo de calidad.

Todas las fotos de esta entrada son del otoño-invierno pasado.